A La Mierda Los Mitos. Desmontando el 'STREET FIGHTER II'
INTRODUCCIÓN
Dentro del mesmérico, desmesurado y sugestivo mundo de los videojuegos, existe un género que siempre me ha fascinado por encima de los demás; me refiero a los llamados “Juegos de Lucha”. Dentro del microcosmos que supone tamaña superchería, las premisas son pocas y palmariamente claras, de una transparencia tan cristalina que resulta casi abrumadora: Uno contra Uno y a espiñarse hasta soltar el bazo. Los programadores ponen todos sus esfuerzos en crear un entorno creíble así como unos luchadores verosímiles, aunque parece que no han caído en la cuenta de que el planteamiento de base es más erróneo que la carrera musical de Bruce Willis (recordemos que, bajo el sonrojante pseudónimo de Bruno y en plena folie a deux, Bruce firmó por una errante Motown en horas bajísimas)
Sí amigos, el boxeo existe, pero de eso a que dos macarras con chupa o victoriana camisa con chorreras se hostien empuñando tuberías en el contexto de un hangar abandonado con barras de energía sobre sendas cabezas, dista un abismo. Es por eso que, puestos a meterse en el juego y comulgar con el asunto, me parece más plausible que se dé en el mundo real algo parecido al Tetris (ya sea mediante nanotecnología o con cubículos de látex) que lo que acontece en uno de esos osados divertimentos tecnológicos que responden al nombre de “Juegos de Lucha”. Visto lo visto y siguiendo con esta apología del píxel, me veo en la obligación de tomar cartas en el asunto y posicionarme frente a nuestros acólitos. Mi “Juego de Lucha” preferido de todos los tiempos no es otro que el insigne STREET FIGHTER II. Ni Tekkens, ni Mortal Kombats, ni Soul Caliburs ni leches en vinagre. Por no hablar de las execrables exploitations y spin-offs que ha sufrido el propio Street Fighter; que si Alpha, Turbo, Chi-Cuadrado, T de Student, 3 y demás engañabobos de dimensiones faraónicas que no han hecho sino emponzoñar un mito.
Pues bien, entremos en harina y hagamos una vivisección en toda regla del jueguecito de marras. Haciendo especial ahínco, como es menester en esta casa, en las facetas más insólitas, peculiares, sospechosas y bizarriles del asunto que hoy nos concierne. Ya saben, están invitados a un viaje de no retorno por los recovecos más obtusos, incognoscibles y herméticos de la magnum opus de los 16 bits:
PERSONAJES
Un somero vistazo al inquietante elenco protagónico del Street Fighter II nos revela no pocas sorpresas y pasmos. La primera es de órdago. Miren que en este mundo de Dios hay miles de posibles estereotipos de macarrucios dispuestos a llegar a las manos por un puñado de puntos (el High Score como panacea del éxito) Pues no, a los creativos de Capcom se les agotó la imaginación a las primeras de cambio e idearon a dos tipos que, a la postre, son exactamente iguales. Como habrán intuído los más duchos en la materia, estoy hablando de los celebérrimos Ken y Ryu, un rubiales americano y un morenito nipón respectivamente. Pese a los miles de kilómetros que los separan, los dos bisoños se comportan exactamente igual, dando alas a la borgiana fábula del jardín de senderos que se bifurcan o a la teoría de las supercuerdas. Sea como fuere, un combate de Ryu vs. Ken rezuma más mimetismos que la estética de Calamaro para con Bob Dylan.
Luego tenemos a Honda, un gordales luchador de sumo que pasea sus lorzas por una suerte de sauna turca con más pena que gloria. Blanka es una especie de ser raro brasileño (disculpen la redundancia) que parece salido de la Fantastic Factory de Brian Yuzna o de una pesadilla de Don Coscarelli. Su triste figura se ve aquejada por una insólita mutación que provoca hirsutismo verdoso y mala leche a espuertas.
La guerra fría no ha terminado, el telón de acero sigue más sólido que nunca y para muestra un botón: Zangief es un puto ruso comunista que no sale de casa sin la hoz, el martillo y la botella de vodka. Como no podría concebirse de otra forma tratándose de un ruso hijoputa, el tipo tiene una cicatriz que le cruza el rostro, como esas que luce Dolph Lundgren cuando hace de soviet cabrón. La figura de Guile se sitúa en las antípodas del oso-hombre marxista. Es yanqui pero este no tiene inclinación por las artes marciales como Ken o Ralph Macchio. Guile no se anda con mariconadas; hostias como panes y san se acabó. Gasta estética paramilitar y maneras de galán trasnochado (esa vanidad final peine en ristre le delata), como cuando Dolph Lundgren encarna a un americano justiciero cabrón.
En realidad Mr. Bison es un Lagarto Visitante (esa gorraaaa)
Otro que tal baila es Dhalsim; un indio que está en los huesos y que adolece de extremidades retráctiles y aerofagia ígnea. El tipo vive en un palacete rodeado de lujo asiático, elefantes de porcelana y marroquinería flamígera hindú, pero como el hábito no hace al monje, a juzgar por su desgarbada y escuálida figura, más bien parece recién salido de un asador de shawarmas. Chun Li es la única fémina de la cuadrilla. Sin caer en la aborrecible discriminación positiva, poco malo se puede decir de ella. Tal vez recriminarle que vista una falda tan escasa en los suburbios de Shangai, más concretamente si es día de mercado y están degollando a una gallina a sus espaldas. El que pasa ad eternum por detrás con la bici, cual Sísifo de la ronda gala, parece encerrar aviesas intenciones. Entonces ya vienen los cuatro boss del juego, esos que no te puedes pillar y que (en teoría) son los más jodidos de desnucar. Y digo en teoría porque el primero con el que nos topamos es Balrog, un boxeador más patoso que Fernando Romay patinando sobre hielo. No se veía tal grado de loserismo en Las Vegas desde los tiempos del Elvis crepuscular o del Howard Hughes más descocado. El segundo boss es para mear y no echar gota. Se trata de Vega, un sevillano que (como Julián Muñoz con los paparazzis) se pega en el post-apocalíptico y delirante entorno de una caseta de la Feria de Abril (sic) Puñetazos y rasguños a mansalva entre copita de manzanilla y taquito de jamón.
Si el diseñador del Photoshop levantara la cabeza, amigos...
El siguiente sí que está hecho un buen cabrón. Se trata de Sagat, el malo perfecto. Es alto, fornido, sin escrúpulos, sabe full contact y tiene un concepto muy particular del masaje tailandés. Por último nos encontramos con M.Bison, un tipo no especialmente duro de pelar pero que acojona por eso de ir vestido de general de las SS. Algo así como Dolph Lundgren en una peli si hubiese hecho de cabrón en una peli de Tinto Brass.
BONUS
En la variedad está el gusto y como pegarse hasta el paroxismo no lo es todo en esta vida, Street Fighter II tiene un par de fases de frívola despreocupación. Una canita al aire, un pequeño divertimento en la aciaga vida de nuestros héroes, el remanso del guerrero. Pero como los personajes del Street Fighter son más brutos que Bud Spencer conduciendo una Derbi Variant pues nada, a pegar más hostias se ha dicho. La primera fase de bonus dista mucho de ser elegante y refinada y, en pocas palabras, consiste en destrozar un coche a patadas. El auto en cuestión parece un Audi aparcado en el puerto de New Jersey y la cosa está en darle mamporrazos hasta dejarlo roque antes de que se agote el tiempo. No se veía tanta frustración contra un ser inanimado y mecánico desde los tiempos del ludismo, eso o desde que a Jose Luis Moreno le dio por hacer de ventrílocuo.
Contra todo pronóstico, la segunda fase de bonus es más light y no va más allá de romper unos cuantos barriles que algún vinicultor iracundo lanza a traición desde un Eisensteiniano fuera de campo.
GRANDES BIOGRAFÍAS SINGULARES ESCOGIDAS
En el fondo, nuestros héroes no son más que un hervidero de píxels situados sobre un plano 2D de dudoso gusto, aún así cada ser tiene un pasado y el de estos quijotescos personajes, créanme, es de lo más pintoresco. Sin ir más lejos, la hagiografía de nuestra sin par Chun-Li es tan epatante como jodidamente absurda. Resulta que M.Bison asesinó cruelmente a su padre y por eso ella se metió en la Interpol (¿!), como si los dos hechos fueran mutuamente excluyentes y forzosamente concomitantes. Por su parte, el conspicuo Edmond Honda, todo un excampeón de sumo retirado, mata sus horas libres entre paliza y palizón ejerciendo de actor de Teatro Kabuki (sic)
Guile no le va a la zaga. Resulta que el rubito meapilas está casado con una tal Jane, que a su vez es hermana de Eliza, al alimón esposa de Ken Masters. Lío de faldas del cual se deduce dos cosas: Guile y Ken son concuñados y en el mundo del videojuego la droga corre que da gusto. Ryu es el malnacido que le hizo el cacho de cicatriz en el pecho a Sagat. Le endosó un puñetazo de padre y muy señor mío que dejó al exiguo tailandés más postrado que el amigo Ramón Sampedro. Para el final he dejado la biografía más despollante. Por lo visto el bueno de Vega, que tiene una pinta de andaluz que no se la salta un gitano (hasta traje de luces lleva el tío) pues resulta que es catalán. Como lo oyen, Vega nació en el seno de una acaudalada familia de la alta burguesía barcelonesa. Como parte de su exquisita formación, nuestro gladiador rococó predilecto (en esta casa siempre preferimos el “por exceso” al “por defecto”) recibió unas clases de lo más especial...sabe torear como el mejor de los diestros y domina las arcanas técnicas del ninjitsu. Vamos, que el chaval es más apañao que el nostrado y campechanísimo Príncipe Felipe.
MISCELÁNEA
Este residual apartado hará las veces de coda a tan luengo y farragoso artículo y en él (los que todavía aguantasen esta soflama) encontrarán algunas curiosidades y desvaríos relacionados con el ilustre Street Fighter II Champion Edition. En primer lugar, querría sacar a colación un tema que me estremece cuando no hace que me parta el pecho de risa. Mis compañeros de redacción ya saben a qué me refiero porque les he dado la vara con el asunto en más de una noche etílica. El caso es que, cuando el tiempo de un combate se agota sin que la lucha tenga todavía vencedor, entonces la cosa queda en tablas. Como es muy infrecuente que esto acontezca, pues los programadores escurrieron el bulto porque no tenían putas ganas de hacer horas extras en el curro y entonces, cuando un combate acaba con el incómodo “Time Out”, fíjense en la fisonomía de los aguerridos púgiles. Los tipos se quedan con una cara de circunstancias tal que sus ridículos rictus provocan un hilarante efecto en el respetable. El fenómeno se repite con el jeto que se les queda tras el bizarrísimo “Double K.O”
Para finalizar, permítanme la osadía de que les resuelva una de esas dudas que, por su gravedad, parecen marcadas a fuego en el genoma humano. España, ese páramo de charanga y pandereta; cuna de ilustres latifundistas y folklóricas politoxicómanas. ¡Oh, España!, “Si es que semos unos jatchondos” Pues sí, nos creemos los más listos de la película y en el solar patrio no sabemos más que hacer el ridículo. Esto viene a cuento del combo más notorio del Street Fighter II, el conocido en la piel de toro como (Jayúquet!!!) Pues bien, si antes hablábamos de mimetismo, para muestra este botón: el combo de las narices no dice otra cosa que SORYUKEN. En efecto, los nombres de nuestros titanes favoritos se funden en una contracción de difícil pronunciación y peor gusto pero que a la postre funciona. Bueno, dicho esto vuestro amigo Berrakus se despide hasta nueva orden y para ello utilizaré las palabras que articularía Chun-Li por las españas: ¡YASTÁ!
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Post SUPERCURRELADO Y SUPERVITAMINADO firmado por el insigne M.A. Berrakus , que tiene más paciencia que un Santo, el hombre, y no como el pesao del Smegman, QUE ME tiene harto cagondiós!
PS: (¿Ya está contento el neneeee? Pues a cascarla, tiquiXmiquiX de los huevoX !)